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domingo, 18 de marzo de 2012

La curiosa historia de Mary Tifoidea

A finales del siglo  XIX la enfermedad de la fiebre tifoidea era común entre los habitantes de Norteamérica, causando miles de casos con una alta tasa de mortalidad. Pero entre 1900 y 1915 se produjeron una serie de brotes en el estado de Nueva York que destacaron sobre todos los demás. Lo curioso de estos casos fue que, aparentemente, no parecía existir nada que los estuviera causando ya que se analizaron los posibles alimentos que podrían haber transmitido la enfermedad a los afectados y ninguno de ellos parecía ser la fuente. Es por ello que la causa habría pasado desapercibida de no haberse hallado una relación entre dichos casos. Pero no se trataba de ningún alimento sino de una persona, una mujer llamada Mary Mallon…

La fiebre tifoidea es causada por la bacteria Salmonella typhi, pariente cercana de Salmonella typhimurium, el agente causante de la salmonelosis. S. thypi se contrae al ingerir agua o alimentos que contengan la bacteria y se puede contagiar vía fecal-oral, lo que significa que una persona infectada con hábitos “poco higiénicos” puede contagiar a otras personas si, por ejemplo, tratara físicamente con algún alimento que éstas vayan a ingerir. Bien, resulta que Mary Mallon era cocinera y, además, fue la primera persona en ser diagnosticada como portadora asintomática de fiebre tifoidea.

En aquella época todavía no existían evidencias de que un individuo sano pudiera ser portador de una determinada enfermedad sin que esta le afectase por lo que a nadie se le pasó por la cabeza sospechar de aquella joven cocinera irlandesa que gozaba de buena salud. Al menos hasta que George Soper, un investigador de salud pública contratado por una de las familias afectadas, se dedicó a realizar pruebas a todas aquellas personas que hubiesen estado en contacto con sus clientes previamente a que éstos enfermasen.

Cuando le llegó el turno a la cocinera, Soper trató de localizarla y descubrió que el resto de familias para las que había trabajado también habían contraído la enfermedad e incluso se habían producido casos de muerte. Al fin dio con ella y trató de convencerla para que se sometiera a los análisis pero Mary se negaba a aceptar que ella pudiera ser la causante de aquellos brotes. De hecho hicieron falta cinco policías para conseguir sacar a Mary (que se defendía con uñas y dientes) de su casa y obligarla a ser examinada por una doctora.

La prensa habla de Mary Tifoidea
Finalmente se consiguió demostrar que Mary era una portadora y, ante el peligro que suponía para la salud pública, las autoridades decretaron que Mary Mallon debía ser trasladada a un hospital en la isla de North Brother en estado de cuarentena. Durante los tres años que pasó confinada en aquella isla su caso adquirió gran fama y pronto se la empezó a conocer como “Mary Tifoidea”. Después de aquél periodo Mary fue puesta en libertad tras firmar un contrato con el Departamento de Salud Pública mediante el cual se comprometía a no volver a trabajar con alimentos nunca más. Desgraciadamente la cosa no acabó ahí.

En 1915 tuvo lugar un nuevo brote de fiebre tifoidea en un centro de maternidad neoyorkino y, de nuevo, todo parecía señalar como culpable a una cocinera que decía llamarse Mary Brown. Efectivamente, Mary cambió su apellido para continuar trabajando como cocinera sin que se la relacionase con Mary Tifoidea. Esta vez Mary Mallon fue confinada de por vida a North Brother, donde murió de apoplejía en 1938.

Espero que la historia de Mary no os haya quitado las ganas de cenar en vuestro restaurante favorito. Afortunadamente, los sistemas de control de calidad y sanidad con los que contamos a día de hoy son mucho más eficientes que los de aquella época. Aún así, la problemática que se da en esta historia todavía está lejos de resolverse. Existen una gran cantidad de enfermedades que pueden contagiarse por medio de portadores asintomáticos. Un ejemplo claro son las conocidas enfermedades de transmisión sexual, uno de los grandes problemas de salud pública de nuestro tiempo. Es por ello que siempre es recomendable realizarse análisis periódicos en centros especializados. Al fin y al cabo, saber que lo tienes no va a hacer que dejes de tenerlo, pero puede evitar que otra persona se contagie.