Un sorprendente ejemplo es la especie Dicrocoelium dendriticum. Este parásito pertenece al filo de los
Platelmintos (grupo de animales que incluye a las famosas tenias),
concretamente a la clase Trematodos. Esta clase se caracteriza por contener especies cuyos ciclos de vida
requieren de varios organismos hospedadores. Esto se traduce en que el
desarrollo de estas especies consta de varios estados y cada una de ellos
necesita a un organismo diferente al que parasitar para poder desarrollarse,
pudiendo ser estos hospedadores los humanos en algunos casos.
Concretamente, el ciclo de Dicrocoelium
dendriticum consta de tres hospedadores, dos de los cuales son considerados
intermediarios, un caracol terrestre y una hormiga. El hospedador final suele ser
una vaca.
Así, el ciclo comienza cuando los
huevos producidos por un individuo adulto son ingeridos por un caracol
terrestre. En su interior tiene lugar el desarrollo de tres de los estados de
esta especie: miracidio, esporocisto y cercaria. Las cercarias son expulsadas
en forma de bolitas que quedan embebidas en la baba que el caracol va dejando a
su paso, a la espera de ser ingeridas por alguna hormiga incauta.
Pero lo realmente curioso es lo que
sucede una vez que estas bolitas (que pueden contener unas 100 cercarias) son
comidas por el segundo hospedador intermediario de ciclo, las hormigas. Y lo
que sucede es que, una vez en el interior de la hormiga, estas cercarias se
desarrollan hasta alcanzar el siguiente estado, convirtiéndose en metacercarias,
las cuales tienen la curiosa propiedad de ser capaces de migrar hasta el
cerebro de la hormiga ¡y cambiar su comportamiento!
Así es, aquellas hormigas que sufren
esta especie de control mental abandonan la rutina social de la colonia a la
que pertenecen y actúan por su cuenta, comportándose de un modo muy singular.
Lo que hacen estas “hormigas zombis” es trepar por el tallo de ciertas plantas
hasta alcanzar las hojas. Una vez llegan a las hojas se anclan a estas
utilizando sus mandíbulas, de forma que quedan suspendidas y totalmente
expuestas. De esta forma la probabilidad de que estas hormigas sean ingeridas
por una vaca que busque alimento en las hojas es mucho mayor que en el caso de
las hormigas normales que únicamente se encuentran en el suelo. Una vez que la vaca se come las hojas
de las que cuelgan “hormigas zombis” el ciclo continúa y las metacercarias
continúan hasta convertirse en individuos adultos capaces de producir huevos
que serán expulsados con las heces de la vaca, con lo cual el ciclo volvería a
empezar.
El fenómeno que tiene lugar en el
cerebro de estas hormigas es una maravilla evolutiva, producto seguramente de
miles de años de coevolución. La explicación de este tipo de procesos es difícil
de encontrar pero hay que tener en cuenta que la evolución es un mecanismo de
la naturaleza y, por tanto, fruto de la casualidad, de la selección natural. El
hecho de que el ciclo biológico completo de Dicrocoelium dendriticum requiera
un cambio en el comportamiento de uno de sus hospedadores puede resultar
inverosímil, pero posible al fin y al cabo, ya que la observación empírica nos
demuestra que ocurre de forma natural.
Ante todo debemos evitar cometer el
error de considerar este fenómeno como fruto de una intencionalidad de
sobrevivir por parte de Dicrocoelium dendriticum. El Trematodo no
controla intencionalmente a la hormiga sino que su presencia en el cerebro de
esta debe liberar algún tipo de sustancia que altera su comportamiento
habitual.
El
por qué la evolución hace posible ciclos biológicos tan complejos como en este
caso es muy difícil de explicar pero la clave para entenderlo es comprender que
todo aquello que somos capaces de observar es porque ha sobrevivido, y lo ha
hecho por casualidad y no por intención propia.
Los primeros individuos de la especie Dicrocoelium
dendriticum probablemente tuvieron dificultades para completar su ciclo de
vida, hasta que una cercaria migró por primera vez hasta el cerebro de la
hormiga que lo hospedaba y produjo casualmente el cambio en su comportamiento
que favoreció que ésta fuera ingerida más fácilmente por el hospedador final,
la vaca. En el momento en que tuvo lugar este proceso la selección natural actuó
a su favor, pues los individuos capaces de llevarlo a cabo adquirieron una gran
ventaja evolutiva respecto al resto, de forma que aquellos que podemos observar
a día de hoy son precisamente los que poseen esta ventaja.