El escorbuto es producido por una deficiencia en la síntesis del colágeno que, a su vez, es causada por la falta de vitamina C o ácido ascórbico. Este compuesto actúa como coenzima imprescindible en la ruta metabólica de la síntesis del colágeno, por lo que es necesario ingerirlo en la dieta incorporando a ella cítricos como el jugo de limón, entre otros alimentos.
Pero, ¿por qué los humanos necesitamos incorporar la
vitamina C a nuestra dieta? En otras palabras, ¿por qué no somos capaces de
sintetizarla nosotros mismos del mismo
modo que el resto de mamíferos? La respuesta es simple, el gen que codifica los
intermediarios necesarios para la síntesis de la vitamina C sufrió, en nuestro
caso, una mutación que hizo que perdiera su funcionalidad hace no menos de 40
millones de años.
A este gen en concreto se le llamó Gulo y, aunque ya no cumple su función, sigue incluido en nuestros
cromosomas como una especie de “gen fósil”, y no es el único. De hecho, estudios
estadounidenses en colaboración con Europa y Japón han llegado a identificar
más de 19.000 de estos genes “muertos” denominados formalmente pseudogenes, una
cifra bastante próxima a la de 21.000 genes activos que poseemos.
Estos pseudogenes, que a priori no tienen ningún valor, pueden utilizarse como una especie de
reloj molecular a la hora de estudiar la evolución del genoma
a lo largo del tiempo, del mismo modo en que los fósiles son utilizados para
estudiar la evolución y aparición de las especies. Esto se debe a que los
pseudogenes, precisamente porque ya no son funcionales, pueden acumular
mutaciones sin que ello afecte a su permanencia en el cromosoma, la cual tienen
asegurada. Por el contrario, los genes funcionales tienden a desaparecer cuando
acumulan mutaciones que afectan negativamente a la supervivencia del organismo
que los posee, ya que causan su muerte.
Actualmente se cree que algunos de estos pseudogenes podrían
desarrollar funciones de regulación
génica, es decir, que puedan ayudar a la expresión de otros genes. Es el caso
del pseudogén de la enzima óxido nítrico
sintasa (NOS) o el Makorin1, entre otros, los cuales parecen
cumplir esta propiedad. Esto es un buen ejemplo de la gran capacidad de
adaptación que poseemos los seres vivos. En lugar de desechar genes que han
perdido la función que deberían desempeñar nuestro mecanismo genético guarda la información útil que pueda quedar
en los pseudogenes y le da una nueva función. Este mecanismo recuerda a la plasticidad
neuronal que posee nuestro cerebro y que permite que cuando un área del cerebro
queda dañada no se desperdicien los circuitos neuronales que la forman sino que
éstos se aprovechen para estimular otra área cerebral. Es lo que ocurre por
ejemplo cuando una persona pierde el
sentido de la vista y desarrolla el resto de sentidos como consecuencia.
Pero hay más, estudios recientes demuestran que algunos
pseudogenes tienen la capacidad de “resucitar”, es decir, recuperar la función
que perdieron e incluso de dar origen a nuevos genes funcionales con una
función diferente. Estos posibles protogenes estarían ahí, escondidos en
nuestros cromosomas, esperando a que algún cambio aleatorio les “devolviera a
la vida”, otorgándonos nuevas capacidades.
En definitiva, la investigación genética nos demuestra día a
día que los genes no sólo determinan lo que somos sino lo que una vez fuimos y
lo que podríamos llegar a ser.
Germán, me ha encantado esta entrada, me parece fascinante!!
ResponderEliminarPor cierto, me encanta Alicante, he trabajado en el hospital general de Elche y me gustó mucho tu ciudad, el puerto, que recuerdos...
Germán, con tu permiso copio tu entrada para ponerla en mi blog, por supuesto pongo de donde cojo la información, si no te parece bien, me lo dices y lo quito.
ResponderEliminarSaludos
Faltaría más Doria! Gracias por interesarte en mi blog, el tuyo me parece también muy interesante. Está bien que los bloggeros colaboremos entre nosotros.
ResponderEliminarSaludos