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domingo, 22 de enero de 2012

Defendiendo a Gaia

La primera vez que escuché las ideas que plantea la Hipótesis de Gaia recuerdo que me parecieron curiosas, pero absolutamente falsas. Cuando, hará cosa de un año, uno de mis profesores de la universidad nos contó que era defensor de dicha hipótesis me quedé bastante sorprendido.

Me pareció muy curioso ver como aquél joven e inteligente profesor nos explicaba las razones que le hacían creer en Gaia y, aunque no consiguió convencerme, empecé a tener interés por este tema. Hoy, con un año más de experiencia y después de haberlo meditado bastante, puedo aseguraros que la hipótesis de Gaia ya no me parece tan falsa. Y de hecho voy a explicaros como he pasado de rechazarla a ser uno de sus defensores del mismo modo que mi profesor.

El químico inglés James Lovelock , cuando trabajaba para la NASA buscando indicios de vida en Marte, empezó a darse cuenta de que nuestro planeta presentaba condiciones (como la composición atmosférica) que no se daban en el vecino planeta rojo, y que además parecían estar relacionadas con la vida. ¿Eran estas propiedades las que causaban la vida o era al contrario? Tal vez una pregunta más interesante sería, ¿forman estas propiedades parte de la vida?

Fue así como Lovelock llegó a concebir el planeta Tierra como un sistema autorregulado, incluso un superorganismo, un ser vivo. Al no ocurrírsele un nombre para este superorganismo buscó ayuda en su amigo escritor William Golding, autor de “El señor de las moscas”, quien le propuso llamarlo Gaia, en honor  a la diosa griega de la Tierra. Así lo hizo, y en 1979 publicó sus ideas y nació la hipótesis de Gaia.

Como era de esperar, no tardó en ocasionar todo tipo de críticas por tratarse de ideas poco convencionales. Sin embargo, encontró apoyo en la bióloga norteamericana Lynn Margulis, autora de la Teoría endosimbiótica.

En una entrada anterior de este mismo blog reflexioné sobre la idea de que los virus fueran seres vivos y llegué a la conclusión de que no lo eran, ya que carecían de metabolismo, entre otras propiedades que considero imprescindibles para la vida. Imagino que os parecerá extraño que ahora os diga que creo que la Tierra es un ser vivo. Bien, repasemos una vez más las características de lo vivo.

La mayoría de científicos coinciden (incluido yo) en que un ser vivo es una estructura limitada por una barrera que lo separa del medio externo, y que posee en su interior componentes y otras estructuras compartimentalizadas que cumplen una serie de funciones que, en conjunto, permiten un intercambio de energía y materia con el medio externo así como una gestión y modificación interna de dicha materia y energía (metabolismo).

Resumiendo la parrafada anterior un ser vivo consta de: una barrera que lo delimita y un metabolismo interno. Cabría añadir que todo lo anterior está autoorganizado y autorregulado.

Cuando hablé de los virus también comenté que la célula se considera la unidad de vida independiente fundamental y, por lo tanto, debería cumplir los requisitos anteriores. Sabemos que toda célula posee una membrana plasmática que la separa del medio externo, que contiene diversos componentes moleculares que se agrupan en estructuras compartimentalizadas cada una con su función propia, los orgánulos, y que éstos trabajan conjuntamente para posibilitar el metabolismo celular.

Si analizamos ahora a la Tierra lo primero que observamos es que está delimitada por una barrera, la atmósfera. Los seres vivos podríamos ser el equivalente a los orgánulos, ¿o no somos estructuras compartimentalizadas y especializadas en cumplir diferentes funciones? Es más, nos agrupamos formando estructuras mayores (empresas, comunidades, etc.) del mismo modo que las células forman tejidos, los tejidos forman órganos y éstos a su vez aparatos y sistemas. Y en conjunto, esos aparatos y sistemas componen al organismo como nosotros componemos el planeta en el que vivimos.

Por último, ¿podríamos decir que la Tierra tiene metabolismo? Recordemos que el metabolismo es la herramienta que utilizamos para gestionar y utilizar la energía del medio externo para nuestro beneficio. La Tierra capta energía del Sol, un elemento externo, mediante los organismos fotosintéticos (plantas, fitoplancton, etc.). Las especies consumidoras primarias se comen a estos organismos obteniendo parte de su energía (el resto se libera al medio ambiente). Los consumidores secundarios nos comemos a los primarios y ocurre lo mismo. Cuando morimos, los descomponedores se alimentan de nosotros y la cadena vuelve a empezar. Se trata de la cadena trófica y, al fin y al cabo, ¿no es un modo de gestionar la energía que captamos del exterior? Lo es, se trata de un metabolismo a nivel macroscópico.

Además, todo lo que acabo de comentar está autorregulado y autoorganizado. Las cadenas tróficas, los ciclos biogeoquímicos, las corrientes oceánicas, la composición atmosférica. Todo parece estar planificado, adaptado a la vida y permitiendo a la vez la existencia de la misma.

Otra cuestión, si llegara a considerarse la Tierra como un ser vivo, ¿sería un ser vivo inteligente? En teoría, sí, ya que es capaz de captar estímulos, transformarlos en información y asimilar esa información para volverse autoconsciente de sí misma. Tengamos en cuenta que el proceso que acabo de describir es el que se lleva a cabo en nuestro cerebro y es lo que nos hace inteligentes.

Es por eso que creo que el papel de nosotros, los humanos, como parte del planeta, es el mismo que el de las neuronas en nuestro cerebro. Después de todo es lo que mejor se nos da: compartir información. Y más  aún hoy en día con las nuevas tecnologías que permiten la comunicación instantánea con cualquier parte del planeta.

Y, ya por último, ¿por qué no extrapolar la vida a todo el universo? Al fin y al cabo la Tierra podría considerarse un “orgánulo” de un ser vivo superior, el universo. Pero claro, en este caso entraría en juego otra cuestión que también me planteé en una entrada anterior, la presunta infinitud del universo. Una vez escuché una frase que me llamó mucho la atención, decía: “somos el universo que se está volviendo consciente de sí mismo”. Tal vez esta sea la mayor verdad que he oído en mi vida.

En honor a Lynn Margulis

Aprovecho estas líneas para rendir un sincero homenaje a Lynn Margulis, biológa evolucionista de la que he hablado en este mismo post, ya que como algunos sabréis falleció el día 22 del pasado mes de Noviembre.

Su mayor aportación a la ciencia fue su Teoría Endosimbiótica Seriada o Teoría de la endosimbiosis, que propone que las células eucariotas que componen a los organismos superiores (como nosotros) surgieron hace millones de años a partir de una simbiosis entre organismos procariotas que se unieron para adquirir ventajas evolutivas.

Además, entre sus aportaciones destaca su importante labor divulgativa y su defensa de la Hipótesis de Gaia, de la que os he hablado hoy.

En fin, por una gran científica que merece ser recordada.

Gracias, Lynn.

6 comentarios:

  1. http://www.youtube.com/watch?v=ffwVhpdRTQk

    La respiración de Gaia

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  2. Pues si, yo opino que la Tierra es totalmente plausible considerarla como un ser vivo, incluso mas complejo que este, pues sus funciones ademas de ser a una escala mucho mayor, son mucho mas numerosas y variadas. Y esto mismo podríamos aplicarlo al Universo en su conjunto.

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  3. Pues no pensé yo que un biólogo tuviera esas dudas.

    ¡Los virus! Normal que te acuerdes de ellos, y de no haberlos mencionado ya te lo haría recordado yo. Supongo que sí es extraña esta contradicción tuya, pero no toda materia está viva (¿o sí?). ¿Entonces, debo entender que los virus siguen estando “muertos” para ti, jeje?

    Bueno, la “parrafada” explica porque te decantas tan tarde en defender la teoría. Yo en su día no me lo cuestioné del modo en que lo explicas desde el punto de vista comparativo a los animales, sino como un organismo más del universo. Una vez terminé por formular una ley entre tanta reflexión a la que nos sometéis los científicos: ley natural de equivalencia universal… (No me dirás que no mola el enunciado). Básicamente se basa en este tipo de comparaciones y su aparente semejanza (sin base científica; no porque no la tenga, sino porque no tengo argumentos experimentales que la avalen, salvo los que me van llegando por personas como tú): comportamientos animales equiparables a comportamientos humanos, fenómenos cósmicos con fenómenos de la Tierra, nata escurrida de helados de cucurucho con glaciares (?) de Titán, máquinas con organismos vivos… Fuera el cachondeo, aunque la ley es “cierta”, no deja de ser sorprendente -o evidentes- las similitudes cósmicas de este tipo entre materia muerta y materia viva.

    En ese caso, supuestamente, el universo tendría una “barrera” también, por lo que sería finito, jajaja. Como para llevarle la contraria a Hawking.

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    Respuestas
    1. Es un tema muy complejo el de las sutiles diferencias entre la materia viva y no viva y yo lo encuentro fascinanate. Por eso escribo sobre ello.

      Además, no es un tema cerrado, puesto que no hay datos que demuestren una cosa o la otra, y por lo tanto abierto a la opinión libre. Me gusta escribir sobre estos temas porque invitan a la reflexión de lo que somos.

      Respecto a tu ley natural de la equivalencia universal decirte que me parece muy curiosa y acertada, ya que es muy cierto que los científicos (aspirante a científico en mi caso) utilizamos muchas veces el recurso de la comparación entre cosas que tienen poco que ver y esto lo hacemos para establecer similitudes y hacer más fácil de entender aquello que intentamos transmitir.

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    2. Ya. Cada vez más cosas están vivas.

      Juegas con ventaja `aspirante´ (jeje), aunque sea un tema abierto mejor basar las opiniones con datos que puedan, en cierta manera, ser corroborados; pero está bien, ya que quien enseña de esa manera eres tú.

      Pues fíjate, la `ley´ a mí siempre me pareció ¡obvia y… desacertada!, ya que sería como entenderlo todo como con cierta… no sé… ¿vaguedad?… jaja. Pero sí, es muy cierto tu comentario sobre la comparación para entender mejor las cosas, faltaría más.

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